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Que se corra la voz: Luego de más de 15 años, Santo Corazón ya tiene un productor de verduras, su nombre es José Luis Flores Parada

Por: Carla Pinto Herrera

La familia de don José Luis y la señora Flor Delicia tiene verduras, la voz ya se está corriendo por Santo Corazón, una comunidad chiquitana de más de 800 habitantes, ubicada al este del departamento de Santa Cruz (Bolivia) y perteneciente a un área protegida nacional, el Área Natural de Manejo Integrado San Matías (de casi 3 millones de hectáreas de extensión). La noticia hace eco en la mente de las personas de la comunidad; después de más de 15 años, Santo Corazón está produciendo hortalizas en su propia tierra, y, luego de una fuerte crisis, producto de los incendios forestales y sequía del 2019, un grupo de agricultores, del cual José Luis forma parte, está volviendo a producir sus cultivos tradicionales.

No son cuestiones del azar, sino, de una serie de actividades y acciones que han permitido que la tierra corazoneña tenga otra oportunidad agrícola y alimentaria. Luego de que los incendios del 2019 en el departamento de Santa Cruz, los más devastadores y severos en la historia cruceña y también, los de mayor intensidad registrados en el planeta, devoraran 3.7 millones de hectáreas, existía una serie de cicatrices sociales que necesitaban ser atendidas urgentemente. Más de 350 comunidades vieron afectada su economía de subsistencia, la cual está basada en la crianza de animales y la agricultura, lo que significaba un daño directo a la seguridad alimentaria de las personas de la región.

La realidad por enfrentar era y es difícil para las comunidades, que necesitan diversas formas de apoyo para sobreponerse a una catástrofe de esa índole; más aún cuando la región está siendo afectada por condiciones climatológicas extremas que son producto del cambio climático, y si a eso se suma que, algunas comunidades viven en lugares aislados o poco accesibles, la complejidad del panorama aumenta.

La comunidad de Santo Corazón, a más de 550 kilómetros de la ciudad de Santa Cruz, con un camino de ingreso en un estado precario, afectada por los incendios forestales del 2019 y azotada por la sequía generalizada de la zona, reunía muchas condiciones adversas que ponían en juego la producción de sus alimentos y, por ende, el bienestar mismo de sus habitantes.

La comunidad Santo Corazón tiene 800 habitantes, distribuidos en 180 familias, cuya actividad principal es la agricultura y la ganadería a pequeña escala. Foto: Claudia Belaunde

Debido a la lejanía y las malas condiciones camineras que tiene la comunidad, Santo Corazón queda prácticamente en un estado de aislamiento en época de lluvia, por ello, el autoabastecimiento de alimentos de las familias se convierte en una necesidad; sin embargo, la producción agrícola de subsistencia está sujeta a las inclemencias ambientales de la región. “El escenario para un productor rural, sobre todo para el sector indígena-campesino, que depende únicamente de lo que cae del cielo para poder cosechar los alimentos, es una situación vulnerable, extremadamente vulnerable”, señala Javier Coimbra, coordinador del proyecto “Valoración de variedades de semillas locales para la resiliencia de la Comunidad Santo Corazón”, ejecutado por la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC), y apoyado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el marco de su Estrategia de Resiliencia del Sistema de Vida de la comunidad Santo Corazón.

En el 2019, cuando se iniciaron las actividades del proyecto, Marcelo Cardozo, técnico del proyecto, recuerda que la comunidad se organizó para que la cantidad de beneficiarios sea la mayor posible. “La gente en vez de decir para mí todo, ha preferido compartir; y eso es una cosa muy bonita de Santo Corazón”, explica Cardozo.

Una vez escogidos los 5 agricultores por consenso comunal, se procedió a seleccionar un lugar óptimo para sus chacos (espacios de cultivo), posteriormente, se alambró el espacio para protegerlo, y se hizo un rescate de las semillas nativas y de uso tradicional de la zona: maíz (blando y perla), arroz dorado, y yuca (macororó y amarilla) para producción. Sin embargo, para finales del 2019 e inicios del 2020, a pesar de estar en época de lluvia, la sequía arremetió y afectó severamente a la producción de los agricultores; entonces, el proyecto tuvo que ser resiliente ante el escenario ambiental que atravesaba la comunidad.

En lugar de tener agricultores “semilleristas”, que era en lo que se pensaba inicialmente con el proyecto, las acciones se reenfocaron, y se orientaron en proveer medios para mitigar la sequía en la producción agrícola de los productores. En este sentido, se implementaron sistemas de cosecha de agua con tanques de 3.500 litros para que los 5 agricultores puedan almacenar agua, se les otorgó motobombas, kits de microriego, entre otros materiales. La dotación de insumos también estuvo acompañada del fortalecimiento a las capacidades, es así, que los agricultores fueron capacitados en horticultura y manejo agroecológico de cultivos.

José Luis Flores Parada es uno de los productores, que, junto con su suegro, Jesús Ramos Vaca, fueron apoyados para la producción de yuca inicialmente; ellos no se detuvieron con ese cultivo, y actualmente, su caso ha sobrepasado todo lo proyectado en un principio. Con un huerto con lechugas, tomates, berenjenas, zanahorias, pepinos, pimentones, cebollas, remolachas, además de yuca, el chaco que trabaja José Luis es un caso icónico para la comunidad.

Jesús Ramos Vaca, caminando entre los primeros cultivos de tomate en el huerto familiar una tarde de agosto. Foto: Claudia Belaunde

El elemento físico que hace de este chaco una especie de lugar mágico es la disponibilidad constante de agua. Desde hace 4 meses, cuando terminó la época de lluvia, José Luis bombea agua del río Santo Corazón, que se encuentra a tan solo 60 metros de distancia del huerto. Tres veces a la semana, sin falta, llena su tanque gracias a una motobomba, para luego distribuir el elemento vital a través de un sistema de goteo a todos sus cultivos. La lechuga de este huerto ya dio sus primeros frutos, los cuales no solo fueron aprovechados por la familia Flores-Ramos, si no que alrededor de 30 familias de la comunidad compraron y consumieron esta verdura.

Cada 2 días, José Luis abre el tanque de agua durante 4 horas, para que los cultivos del huerto se abastezcan del agua suficiente. Además, él trabaja almácigos de las hortalizas, para posteriormente, trasladar los cultivos a su lugar definitivo. Fotos: Claudia Belaunde.

“Cuando ya hubo, yo empecé con el teléfono y los mensajes”, narra Flor Delicia, esposa de José Luis, al recordar el momento en que hicieron sus primeras ventas de lechuga. Con ayuda de sus amigas, familiares y vecinos, la noticia de que el huerto familiar tenía lechugas emprendió su curso. “Significa un orgullo, un valor, un ánimo”, comparte María Isabel Ramos Vaca, una de las primeras compradoras de lechuga de la familia, acerca del significado que tiene que una familia de la comunidad produzca verduras; esa alegría también la siente Nelly Cuéllar Ramos, otra de las primeras clientes y comensales de las lechugas; “me ha dado mucha alegría ver que hay esta persona que se está esmerando, que está procurando producir verduras y que, está vendiendo”, comenta al respecto de la situación. “Es que da una alegría; uno quiere seguir produciendo”, enfatiza Jesús, suegro de José Luis.

Las lechugas no solo están generando un ingreso económico para la familia, sino que también, están contribuyendo a la nutrición de toda la comunidad, brindando un producto competitivo respecto a su costo-beneficio. “A veces por el camino, nos llega el alimento por avioneta y eso es un costo más elevado”, menciona Jorge Suárez Cuéllar, cacique de la comunidad de Santo Corazón, mientras explica la importancia de tener independencia en la producción de alimentos dentro de la comunidad; Rudecindo Pachurí Cayú, subalcalde del cantón Santo Corazón, tiene sentimientos similares al cacique, “para nosotros es algo aliviante en el tema de los huertos, porque ya está habiendo las verduras que necesitamos aquí, que nos llegan en precio elevado”, señala.

José Luis y Flor Delicia sienten el apoyo y aprecio de su comunidad hacia su huerto de verduras, incluso, ya han recibido visitas de comunarios que tienen curiosidad de ver el chaco que tienen, — “han venido, animan a que se amplíe; en tiempo de agua, poco nos entra la verdura, nos animan a que sigamos” — menciona José Luis, mientras su rostro se ilumina cada vez que se detiene a mirar los cultivos que están naciendo de la tierra. Además de los beneficios en salud y economía que trajo consigo el huerto, la pareja coincide que también existe un beneficio en la unión familiar, ya que, sus 4 hijos, incluso la menor (de 5 años), muestran un interés notorio por el chaco que tienen.

Hoy por hoy, la familia aguarda con más ansias la hora del almuerzo; su dieta ya no solo consiste en fideos, arroz, yuca o frejol, ya que, anteriormente, compraban verduras muy de vez en cuando. José Luis, responde con alegría cada vez que le preguntan del huerto, expresa que se siente “orgulloso”, “feliz”, “excelente”, al tener la oportunidad de cultivar las hortalizas que está produciendo; “francamente es otro el alimento que uno se sirve” afirma.

Plato servido, preparado por la familia de José Luis y Flor Delicia. La ensalada es producto de la segunda siembra de lechuga y la primera siembra de tomate. Foto: Claudia Belaunde

Para Javier Coimbra, coordinador del proyecto y responsable de la Unidad de Sustentabilidad, Agua y Cambio Climático de la FCBC, el éxito de José Luis fue una combinación del buen aprovechamiento de las facilidades que se otorgaron en el proyecto junto con una serie de actitudes personales; “el punto clave es que esas facilidades cayeron en terreno fértil; es decir, una persona con motivación, con iniciativa, con ganas de hacer algo mejor, diferente, porque tranquilamente pudo no haber ocurrido. Es la combinación de sus cualidades personales con las oportunidades.”, resumió al referirse al caso de José Luis.

Entre risas, José Luis comenta que comienzan a decirle “verdulero” en la comunidad. Luego de más de una década sin un productor de verduras en Santo Corazón, y después de años duros, con sequía e incendios forestales, su historia y su impacto en la seguridad alimentaria de las familias de la comunidad, se están convirtiendo en una inspiración para Santo Corazón.

José Luis Flores Parada posa junto con su segunda siembra de lechugas, pronto, todas estarán listas para ser vendidas a la comunidad. Foto: Claudia Belaunde.

8 de septiembre de 2021